El libro de las ciudades by Ana Rossetti

El libro de las ciudades by Ana Rossetti

autor:Ana Rossetti [Rossetti, Ana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2021-07-07T00:00:00+00:00


* * *

Ocno, caminó junto al mar siguiendo la Estrella del Norte. El cuarto día amaneció sombrío, y las nubes, desbordadas, no tardaron en romperse. La lluvia, con persistente monotonía, se volcaba en la mar, que se había vuelto fría y dura como una malla metálica; el viento aullaba volteándose sobre sí y el ruido de los truenos hacía temblar las piedras. Lejos, los rayos agrietaban el cielo con látigos veloces y el agua subía desde el abismo.

Anocheció sin que la lluvia hubiese amainado ni cesasen los relámpagos de incendiar el horizonte ni el viento de revolverse con las olas. Ocno, a duras penas, encontró donde guarecerse e instantáneamente, a pesar de la conflagración de los elementos, el sueño lo invadió. Soñó y su sueño era la tempestad.

Soñó con naves atrapadas entre las olas, el derrumbe de los cielos y el veloz tropel del aire. Y en su sueño, escucha los bramidos del huracán, las sacudidas del agua, las maderas quejándose, los remos que se astillan, los mástiles rechinando, la vibración de las jarcias en una melodía siniestra, pero los gritos humanos se confunden con el tronar de las nubes. Las olas se alzan como muros. Una nave se balancea suspendida en el lomo de las aguas; a otra se le abre el mar como un precipicio, otra se vuelca con la embestida con la misma facilidad con que se gira la tapa sobre el cofre. Una columna de agua se desata sobre un pesquero y arrastra al piloto, lanza a los remeros por los aires y devuelve al mar la agónica captura de las redes; acá, la tromba hace girar a una proa antes de que su garganta engulla al navío; allá se anegan las embarcaciones, se abren rendijas, se desencajan los flancos: la furia irrumpe en voraz torbellino y los cuerpos se sumergen como sacos de plomo. Desbaratadas, las naves se hunden. Luego, emergen sus maderas sueltas. Él contempla el destrozo sobrecogido de pavor y comprende por qué se le impidió navegar. Y aquí terminó el sueño.

Al despertar, partió hacia donde el oleaje arrojaría a la tierra los cuerpos de los navegantes. Él no sabía dónde sería ni cuánto tiempo le llevaría encontrar ese sitio, pero sí estaba seguro de que lo iba a reconocer.



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